Cómo manejo el síndrome de la impostora día a día

Hoy te hablo del síndrome de la impostora y de cómo afecta mi vida casi a diario.

Es bastante absurdo y completamente ilógico, pero la realidad es que a medida que mi carrera progresa y tengo más y más clientes, mi sensación interior de fracaso sigue yendo en aumento.

Te lo quiero contar con detalle porque sé con certeza que no soy la única en vivir esta experiencia y porque estoy teniendo un gran apoyo de mi Coach gracias al cual soy mucho más consciente de mi proceso interno y te lo puedo contar.

Esto es lo que me sucede:

A mí en realidad no me educaron para ser emprendedora, crear mis propios cursos, liderar un equipo y ganar mucho dinero trabajando poco.

No me educaron para eso porque cuando yo era pequeña “eso” no existía y, por lo tanto, nadie podía imaginarse que yo pudiera llegar a ser, como mujer, este tipo de persona.

A mí me educaron para ser otra cosa, comportarme de otra manera.

A fuerza de escuchar de pequeña y adolescente muchas veces ciertos comentarios sobre mí y mis capacidades, se fue creando dentro de mí, de forma inconsciente, una definición de mí misma que era la que yo escuchaba de mis padres, mi familia y mi entorno.

Esa definición era algo similar a esto: “Como niña puedo aspirar a estudiar, trabajar para alguien y vivir de forma más independiente de lo que vivió mi madre. No voy a poder ganar más dinero que mi padre y hay ciertos trabajos que, como mujer, no voy a poder hacer. Si me esfuerzo mucho, estudio y trabajo duro, sonrío, me callo, hago lo que me mandan, soy mona y soy buena, podré tener una vida cómoda.”

Hay una parte de mí que se siente muy identificada con esa definición de Sonia, porque me ha funcionado durante mucho tiempo y me dio el amor y reconocimiento de mi entorno, que yo como niña y adolescente, tanto necesitaba.

De hecho, cuando somos pequeñas, tener ese reconocimiento es mucho más importante que nuestros propios deseos y necesidades. Si una niña no recibe atención de sus padres se muere, y por eso cuando hay que elegir entre complacer a los padres o hacer lo que la niña realmente desea, se genera un dilema profundo en el que la niña solo puede elegir lo primero.

Lo que me sucede ahora es que mi propia definición de quién soy yo ahora es muy diferente de la definición que se me dio de pequeña.

Ahora yo aspiro a tener mi propio negocio, con un equipo que yo dirijo, llegar a cientos de miles de personas con mi trabajo, ganar mucho dinero y trabajar pocas horas.

No me quiero callar, ni conformar, ni hacer lo que me mandan porque quiero mandar yo. No quiero ser mona ni tener una vida “cómoda”, quiero tener una vida extraordinaria y no conformarme con nada que no me llene plenamente.

Y esta nueva definición de Sonia me genera un dilema interior enorme porque es absolutamente opuesta a la que se supone que tenía que ser.

Dentro de mí se activan dos partes:

1. La que se muere literalmente de miedo cada vez que me enfrento a una situación en la que voy a tener todavía mas visibilidad y más éxito y me grita en mi cabeza que no lo haga, que me quede donde estoy. Porque se identifica esa parte con la niña dentro de mí y piensa que va a quedarse sola si no respeta lo que los demás esperan de ella. Esa parte es la que activa, como estrategia, el síndrome de la impostora y me dice cosas como “no lo vas a conseguir nunca, déjalo estar”, “¿tú quién te has creído que eres? Nunca te van a comprar tantas personas, no eres lo bastante buena”.

2. Y, por otro lado, también está la parte que siente una fuerza interior muy clara para seguir su camino, llegar cada vez a más gente, mostrarme con todo lo que soy y puedo dar. Esa es la mujer adulta en mí.

La gran cuestión interior es: ¿qué parte gana en esta guerra interior?

Mi respuesta es: gana la mujer adulta en mí, pero solo después de haberle dedicado mucho mimo, compasión y amor (y varias sesiones de Coaching) a entender y sentir a esa niña pequeña en mí que se siente completamente amenazada y con un miedo terrible cada vez que vuelvo a retar eso que me han enseñado a ser.

Y aquí estoy, agradecida infinitamente a mi negocio porque cada vez que quiero crecer exteriormente necesito hacer ese crecimiento interior del que te he hablado y sanar antiguas heridas, transformar definiciones para seguir expandiendo la definición de lo que soy y es posible para mí. Y el límite realmente son las estrellas.

Gracias por leerme, querida.
Sonia